lunes, noviembre 22, 2004
Una recomendación para todos
sábado, noviembre 13, 2004
"Te paso el tic, te paso el tac", resúmen de una semana fantástica en Santander o "Retorno al Alfil"
Palacio de La Magdalena (Antigua residencia de SM. el Rey Alfonso XIII que Dios lo tenga en su gloria, para más señas), viernes 16 de julio de 2004:Como siempre. los cálculos me salen mal.
Al principio no quería ir y en un ramalazo de último momento, dos horas antes de coger el ALSA, decidí súbitamente que quería ir. Iba con la idea de quedarme un par de días sólo, creyendo que quizás lo más tarde que iba a volver sería el miércoles. Me equivoqué de nuevo. El catarrazo que me partió la semana por la mitad me quitó las ganas de ir a coger los billetes y, ya que estoy aquí y me lo estoy pasando también, ¿por qué no me quedo un par de días más y así me dan el diploma? Escribo el viernes y acabo de volver de la estación. He cambiado los billetes para quedarme hasta el sábado. Dios, me libre de todo lo que tendré que hacer a la vuelta en Oviedo.
Los que conozcáis Santander tendréis en la cabeza la imagen de La Magdalena sabéis lo bonito que es esto.El cursillo es algo diferente de lo que nunca había estado antes. En nuestra universidad de Oviedo, los cursillos de verano suelen ser tres o cuatro amiguetes que se trae el profesor de turno que pretende hacerse un talonario de noches de hotel a costa de tu presupuesto vacacional. Te ocupan todo el día y en definitiva no hay mucho más de lo que puedas encontrar en un libro -aunque también he visto algunas aportaciones inéditas con cierto interés-. Y luego el trabajo. En fin, una prolongación de las clases en la que sólo el cincuenta por ciento de los temas logra evitar los desmayos sobre la mesa. Gracias que dan créditos.
Bien, de nuevo me he pasado con mis declaraciones. Nuestro curso era, en sí, distinto a otros. Para empezar, no teníamos clase por la tarde. Excepto un día. Pero ahí no acababa todo. Nos sentábamos a cenar y empezábamos a conversar:-¿Tú estás también en el de física cuántica? - No, yo estoy en el de cáncer. -Ese esta bien, porque el de las ecuaciones diferenciales... ¡Qué frikis los matemáticos! - Bueno, no se si es peor eso o las enfermedades inflamatorias que hemos estudiado... - ¿Y tú? ¿Qué has hecho hoy? - Eh... hoy estuvimos viendo el saque de McEnroe... Si, ese "TÚ" soy "YO". Si, ese McEnroe es el tenista. Alessandro Baricco es el segundo escritor vivo más leído y conocido hoy en día en Italia. Digo el segundo porque estoy seguro de que el primero es Umberto Eco. Llegaba todas las mañana en playeros y chándal y nos contaba su excursión a Santillana, nos preguntaba dónde habíamos comido, intentaba saber si habíamos visto algo curioso, memorizaba poemas de los poetas locales y nos los reproducía o discutía con nosotros sobre las sardinas. Pero explicaba literatura como nadie. Nos explicaba la relación entre innovación y éxito poniendo música de Beethoven , comparándolo con Tarantino y haciendo un extraño baile con las manos ("Nieeeeeebla... Sáaaaaanchez" repetía en un incomprensible tantra mientras nos miraba con ironía), nos explicaba a Flaubert poniéndonos finales de Wimblendon ("Björk, diestro, sueco, carente de sistema nervioso") y declarando la genialidad de los zurdos. Enfrentaba a Celine (no, Dione, no, es un escritor francés) con Salinger, su ídolo y mi ídolo. Y nos hacía divertida la crítica literaria analizando las obras desde el punto de vista del que escribe. A mi me llamaba "joven Holden". Es un orgullo, pues es su personaje favorito de su libro favorito. Al pez gordo que nos vino a dar los diplomas lo llamaba "Mr. Bean". Y a la cara. Y el hombre hablaba en italiano. Ni una palabra de español. Había traducción simultánea aunque yo me negué a usarla para así practicar un poco mi italiano. Todo el mundo en el Palacio andaba emocionado al verlo. Reconozco con cierta vergüenza que no sabía nada de él antes de ir. Miento. Conocía "Novecento: el pianista en el océano", pero no la había leído, sobre todo porque no sabía que era de él. Ahí todo el mundo presumía de conocer sus obras. Pelotilleros. También conocía la escuela Holden. Una "ragazzina" de Turín que conocí este otoño me había hablado de ella y yo había visitado su página web un par de veces. Es una gran escuela dedicada a la técnica de la escritura que está en Turín. Me enteré de que Baricco era su director y fundador hace unas cuantas semanas. Le di a conocer mi interés por acudir a su escuela. No se dio por aludido; no soltó ninguna beca.
Lo demás... de todo. He pasado media semana entre la fiebre, el delirio y la congestión nasal. Catarro. Casi gripe. Aun ando un poco fatigado todavía y, como siempre en estos casos, taquicárdico. Fue por una buena causa a pesar de todo. El primer día se nos ocurrió la travesura de pasar media noche en la terraza, escondiéndonos de la terrible vigilante nocturna que nos intentaba mandar a la cama. Hacía tiempo que no veía las estrellas. Se no0ta fácilmente que Santander no tiene farolas de cinco brazos como Oviedo. Si no queréis tener gripe no estéis en pijama sobre una terraza. También secaos inmediatamente si salís del agua, sobre todo si son más de las 7 y media de la tarde.A pesar de tener que guardar cama durante un día me ha dado tiempo a hacer un montón de cosas. He ido dos días a la playa (y me bañe, tomé el sol, he nadado -ahora nado como un campeón-, enterré a un compañero hasta la barbilla y l solté una jauría de niños salvajes que le llenó la boca de arena) Fui a cenar por ahí dos días, salí de marcha, fui a la fiesta de las caballerizas, fui al teatro me dormí y salí en el descanso... No he parado. De hecho mi habitación es un desastre. No os permito decir ahora "Es que Dani es un desastre". No soy un desastre si tengo tiempo para ordenar (¿verdad Arseniul?) pero sí si no tengo tiempo. Te levantas, marchas, llegas a la residencia con el tiempo justo para cambiarte y volver muy tarde. Y tu compañero está en la cama. Porque mi compañero de habitación siempre estaba en la cama. Estuve tentado a cambiarme:
-¿Es que te molesta tu compañero?-No, es que le molesto yo a él. Entras en la habitación. Izquierda: alumno del norte en curso de literatura. Caos y cama vacía. Derecha: doctorando en matemáticas especializado en ecuaciones diferenciales, del sur. Orden y durmiendo. El hombre se acostaba a las 11 todas las noches. Y no es que se levantase temprano. Yo me despertaba a las 7:35, me levantaba a las 7:50 y a las 8:30 estaba abajo cogiendo el autobús. Él se levantaba a las 8:20. Por eso no podía ponerme a ordenar todo cuando llegaba. Me tenía que cambiar a oscuras y no acertaba doblando la ropa. Escribo esto en pasado pero igual todavía está en la habitación. Cuando lo dejé estaba durmiendo. Bueno... yo me acosté ayer a las 6:35 y me desperté a las 7:35 para levantarme a las 7:45, etc... Y no tengo sueño. ¿Comida? Buffet frío. Muy frío. También hay menú. El desayuno muy rico. Todo en el Palacio, como señores. La gente muy bien. Son de toda España pero los andaluces abundan especialmente. Marcho ya, que llevo muchísimo tiempo escribiendo. Tengo que ir a la residencia y seguro que me están esperando. Tengo que descansar un poco, hacer las maletas, ir a la hípica (que pijiguay que soy) y tomarme una horchata. Un abrazo para vosotros. Besos para vosotras.
Dani
El año que tiene tres inviernos o El viaje a(u)stral


martes, noviembre 09, 2004
Una noche en la ópera
Algunas veces pienso que debo de haber nacido con un siglo de atraso aunque en realidad sea prematuro pero me parece que me gustaría vivir en tiempos del modernismo y lucir mi chaqueta a los estrenos de las óperas. Como hago hoy.
En la puerta trasera del Teatro Campoamor me esperaba Jaime, médico, amigo y superior de mi padre y padre a su vez de las impronunciables hermanas Schmikrath. Además, es Presidente de la Asociación de Ópera. Magro, de ojos abultados, cara seca, estirada y calavérica, con cicatrices aún en el cuello de una operación de garganta, elegante, sobrio y caballero. Desde aquel momento me convertí en Elhijo Deldoctor Ramos, aunque la mitad de la gente opinaba que me parecía a mi madre. Además de un nuevo nombre, me dieron una tarjetita de “visitante” al tiempo que Jaime me apartaba la mano con la que yo sujetaba mi entrada:-¡Esto no te vale! ¡Ahora vienes conmigo! Fenomenal. ¿Para eso había dado yo la vuelta a mitad de camino al darme cuenta de que me había dejado la entrada sobre el mármol de la cocina? Intenté ser amable y adulto. Aunque sentía cierto pudor, Jaime me llevó a ver los camerinos después de enseñarme la nueva sala de ensayos construida debajo de mi querido Carbayón. Desde que la construyeron el Carbayón no ha crecido, tiene sierre aspecto de enfermo y no se le caen las hojas en invierno. Nunca había estado en unos camerinos. Y tampoco había visto de cerca los exuberantes escotes del siglo XVIII. Varios figurantes vestidos de época pasaban entre la sastrería y el maquillador. Me interné con Jaime en el Pasillo de las Estrellas. Un Obélix barbudo y bonachón con cara de hacer de criado nos saludó efusivamente, un figurín de primera fila nos invitó a unos Mon Cheris -hechos para las visitas inesperadas como esta- No me gustas pero cogí uno igual. No recibo todos los días bombones de manos de alguien con casaca y peluca. Entramos también en las intimidades de la actriz principal, que nos pidió su juicio. “Hermosa” contesto Jaime y yo me ruboricé-e un poco. Me dio por pensar también, como me pasa muy a menudo, que con veintidós años ya soy muy viejo. La siguiente parada fue el foso de la orquesto. Sorprendente. Después nos metimos entre las tramoyas: -Esto es lo más delicado, cuesta semanas prepararlo –me advirtió Jaime- ¡Cinco pisos! ¡Si falla algo de aquí se estropea toda la instalación! ¡Que emoción! Quizás esta iba a ser la última vez que podía ver eso. Pero mientras miraba hacia arriba pisé un cable. Un poco asustado por la gravedad de las observaciones de Jaime, sentí que todo el montaje se iba a venir a bajo tarde o temprano a causa de ese pisotón no intencionado. Me tranquilicé pensando que algo tan minúsculo no podía hacer nada. Me llevó a un palco, justo el que queda enfrente del escenario, menuda suerte. Aunque los primeros veinte minutos de la obra no paré de estornudar por culpa del terciopelo que bordea el palco. Me presentó a un médico amigo de mi padre y a su mujer, que me volvieron a sacar parecidos y yo salí a por agua. Cuando volví, lo que yo suponía un médico más estaba en medio de todo y yo no sabía bien en que silla sentarme porque parecía e4sar ocupando las dos. Al final se sentó pero fue para soltar un par de comentarios pedantes: -Sí, es una obrilla de Mozart, ya sabes… Mozart no era nada para la ópera… además los intérpretes son españoles… “¡Qué persona más estúpida!”, pensé yo. Entonces levanté la cabeza y le vi la cara. Entonces el bajo la cabeza y me vio la cara a mí. Nos quedamos mirándonos un rato. Me llevó unos segundos identificarlo… ¡era el padre de los gemelos! Me presenté, el me reconoció como “el que vive enfrente, en Jovellanos”. Encima de la panadería”, concretó su mujer. Sentí muchísima lástima; hace un mes que no vivo ahí. Aunque apenas me reconocía, ellos también me sacaron parecidos con mis padres. Mientras se subía el telón y las luces se apagaban estuvo quejándose del poco apego que sentían sus artísticos hijos hacia la ópera y la obra empezó. No estuvo mal. Bueno, las comedias de enredo no me gustan demasiado y la mayoría de los personajes eran unos caraduras inmorales pero me cayó bien el personaje de Cherubino. Conseguí entender bastante italiano y reconocer varias piezas de música. Llegó el descanso. Esperado porque tenía bastante hambre pero no tan ansiado como otras veces porque había conseguido meter clandestinamente un botellín de agua. Comí un pincho, coca-cola y chocolate. Vi a mucha gente conocida, como por ejemplo a Gonzalo, mi profesor de lengua del colegio. Pero la mayor alegr4ía y también una gran sorpresa fue encontrarme con mi tía Berta. Al toque del timbre volvimos al patio. Nos quedaban dos actos más (de 8 a 11:30) Algo extraño presentía. Había visto en el descanso a Jaime pasar corriendo con cara de preocupación y corría por el teatro el rumor de algún problema con el escenario. Finalmente un disco blanco como una oblea se iluminó sobre el telón y salió Jaime agarrado a un micrófono, solitario, flemático y tambaleante como Sinatra, iluminado y brillante como para recoger un oscar. Hizo el anuncio Recordé el cable que había pisado Debido a un grave incidente con la escenografía, nos informaba, se habían visto obligados a suspender la función. No podía ser yo, el primer acto transcurrió bien Pero quedaban más escenarios que no habían sido usados en el primer acto Recordé el cable de nuevo En fin, se acabó mi primera función de ópera. Recogí a mi tía Berta y nos fuimos caminando juntos bajo la lluvia mientras me decía: -¡En todos los años que llevo viniendo a la ópera nunca había ocurrido esto! Yo no fui pasajero en el Titanic
sábado, octubre 16, 2004
European body-art
Los dibujos del Tío AlbertoEsta mañana volví del taller con una sorpresa. Estaba buscando entre los libros de arte de Mauro alguna monografía sobre Tamara Lempicka o Schiele de la que pudiese sacar alguna lámina para robarle detalles y así hallar la forma de mi siguiente cuadro. En la tapa de un catálogo vi un nombre familiar y saqué el librito de un estante. Eran las fotografías de una colección de cuadros de mi tío Alberto. Mi tío Alberto, como el de la canción de Serrat, es un genio bohemio y bigotudo. Vivió en Ibiza muchos años y volvió hace poco a Grado donde lleva una vida retirada, tan retirada que pueden pasar meses e inclusos años sin ser visto. Dice mi padre que si se hubiese vuelto un poco más comercial, ahora sería uno de los grandes nombres de la pintura española. Puedo ver a veces a mi padre como un hombre aburguesado que ha perdido la sensibilidad artística, pero aquí le doy la razón. El tío Alberto es un prodigio. Yo conocía de él su pbra más reciente, abstracta y colorista, donde parece que imita texturas. El catálogo que cogí es de hace veinte años y ´tiene un estílo completamente diferente. Aquí las imágenes son extraños paisajes, cielos a veces, montes arbolados otras veces y muchas láminas son masas de agua. Pero no són paisajes de pintor de salón de estar, sino que son vista extrañas, con reflejos inusuales, a veces cortadas por objetos que cruzan el cielo y parten el cuadro. En algunas fotos yo creía que estaba ante una fotografía y que lo que había hecho era un collage de ofto y pintura. Estaba confundido: el único material era el lápiz y el realismo que tenía no era el realismo académico de las convenciones, sino una maestría artesanal que me recuerda mucho a las estampas de Escher.
Ich bin dunn!Ayer anduve todo el día la mano marcada. Es poco discreto pero permite desarrollar temas de conversación con desconocidos que te preguntan quién te ha hecho eso. No cansado con cubrir todo papel que pasa ante mí con caligrafías, retratos y mapas, he ensayado el "body-art" y me he prestado a servir de lienzo. El jueves por la noche había ido a la fiesta Erasmus, animado por Claudia, una de las alemanas que conocí en Bochum y que ha venido a estudiar a Oviedo. Al día sigui9ente tenía clase, pero logró convencerme. Ahí, además, nos encontramos cn otros “bochumeros” como Maite o Pablo. Además, estuve con más gente conocida, como Alba o el curioso tándem formado por Manuel Orón y Jacobo Sánchez. Al contrario de lo que me sucede a mí, ellos tienden a ser más reservados a la hora de tratar con erxtranjeras, así que disfruté enormemente cuando veían que yo conocía a todas y hablaba con ellas. Me contaron un par de historias de donjuanes. Jacobo está trabajando en un trabajo bastante apropiado para él: en un bar de chicas de dieciseis años "a donde van los de veintitres para pillar carne". Y Orón, con sus batallitas. Al final les logré colocar a una alemana, que iba con una húngara que conocí en la mansión del señor A. Imperio Astro-húngaro. ¿Cómo acabé exibihiendo mi tontura por ahí? Estaba bailando alegremente con Claudia cuando de repente le dije:
-Bueno, mañana a las diez en clase, ¿no?
- ¿Qué?- me respondió Claudia
-Sí, ¡Hispanoamericana! - le respondíClaudia no entendía ni una de las palabras que salían de la boca de Roca, el profesor que da Hispanoamericana y no creo que se deba al hecho de ser alemana. De modo que yo le animé a cambiarse a mi grupo, al de Virginia, una profesora joven y tremendamente pasional, convencido de que teníamos el mismo horario. Lo tenemos, pero en tres de las cuatro clases de la semana. La cuarta, la tenemos nosotros el viernes y el otro grupo el lunes.
-Te voy a matar- me repetía Claudia- No sabes el trabajo que me costó encontrar una asignatura sin clase los viernes.Y cada poco hacía ademán de golpearme. No se lo tomó demasiado mal, me parece. Si todos sus enfados son así, tiene un mal humor encantador. En una de estas ella y Maite me agarraron la mano y sentí un cosquilleo. Tengo un tacto muy fino y podía adivinar lo que me estaban haciendo. Lo confirmé cuando, ya liberado de la prensa, me llevé la mano derecha a los ojos y pude ver escrito sobre ella: -¡Qué tonto soy! Ella no se libró y me vengué pintándole un sol en una palma y en la otra "Tengo clase a las 10". Para que no se sintiese mal, me puse a mi mismo en la otra palma "Yo también". También conocí a las compañeras italianas de Claudia. Sencillamente italianas. "Ti aspetto fuori", me decía agitando el puño y con la voz más mafiosa que he escuchado desde que el pequeño Nino me introdujo en el mundo de los "negocios familiares" en Bochum. Una cosa más: Claudia es la segunda chica que conozco que tiene spray antivioladores en el bolso. Casi me lo vacía en la cara, por cierto (en broma, claro). La otra pesona que conozco que lo tiene es Adèle. Estas pobres chicas Erasmus deben aprender que en Oviedo no hacen falta esas cosas.
Mi "yo" italianaAyer descubrí que tengo una doble italiana. La ví de lejos, sentada en el pasillo. Por un momento creía que era Carmelito, pero fallé. Era muy guapa de todas maneras y me intrigó mucho: nunca la había visto por ahí. Me acercé y le miré de más de cerca mientras entraba en clase. Sí, no desmerecía de cerca. Por casualidad se sentó a mi lado y cerró un horario que había estaba leyendo. Con mis ojos inquietos leí una palabra: "Lunedí"·-¿Italiana?- le pregunté
Ella me sonrió y asintiió:
- ¿De donde, de qué ciudad?
-De Padua
¡¡¡Entonces era ella!!! Ella era la chica que estaba ocupando mi plaza aquí. Por si alguien no lo sabe, yo tendría que estar ahora en Padua, pero circunstancias personales me hicieron rechazar la beca una vez conseguida en el último momento. Y lo hice en septiembre, unos días antes de comenza el curso.
De modo que esa chica era el "prisionero intercambiado" cuya sitio debía de estar yo ocupando en ese momento. Cuando acabó la clase nos presentamos formalmente. Se llamaba Elena y, para ser italiana, parecía muy agradable. Confieso que las italianas no me inspiran confianza. Pero esta parece diferente, al menos te escucha cuando le hablas. Le pregunté las asignaturas y me dió un motivo para reirme un poco:
-¿Quién te da gramática?
-¿Eh... la professora Giosefina Martínez
Debió de observar atónita como empezaba a llamar a Arsenio y a decirle que la italiana tenía clases con "Giosefina" y que los dos intentábamos contener la carcajada:
-Parese muy dura- observó Elena.
No lo sabe bien, pobre chica. Es la primera Erasmus que recuerdo que va con "Giosefina".
La carajada si que la dimos Arsenio y yo haciendo carreras de sillas con ruedas en la vacía biblioteca de filosofía. Pero ya he escrito demasiado por hoy y no detalláré más. Voy a prepararme unos rollitos primavera o algo de cenar.
Tschüss!!
jueves, octubre 14, 2004
Scattered Pieces or Remembrance of What I Felt Today,
Recently I've been toying with the idea that I'd became again the promising, idealistic, romantic and wild young man I used to be. Maybe I'm starting to notice that I don't have much time left before joining the dull, wrinkling adult world with no way return. That's what I was during my last years at school and my fisrt days at the college. In some way, I was wishing to go back to my teen years. Last year I dropped all. The breakdown I had was so strong that I nearly missed one whole year. Almost no recorded worthy literary tries are to be found dating from those months. . I leaped over that year without noticing and now I face this year with the idea of doing more thing than ever, though I have lesser than than before. I tend to get stressed easily and, though I am prone to join every kind of activity, I easily get overhelmed by all the tasks I'm ionvolved. And since I'm in this new home, I can't control my time as I used. I'm sot of missed the notion of time. For instance, I knew how much time did everything take -I'd know that in a certain lapse of time I could this, this and this-. The house was smaller too and I didn't waste so much time going to one end to the other end and, of course, I lived closer to my places of interest. It's hard to get used to this new situation. Some nights i wake in the darkness, believing I'm still in my old, cozy home -mainly when I sleep on the smaller bed- and it takes me a while to realize where I am. Then I feel I regret having moved. I don't mean I dislike this house -it's rather nice- but it occurs to be a bit disappointing in some ways. You think your live is going to improve a lot but it doesn't. In fact you miss some things. I sometimes wish I were my house. Or I least, that I could keep it. The week after we came here, I used to went there often, to bid a last farewell. Since my father gave the keys back, I broke once into the house, at night -some kind of night incursion- The house won't be habited and will remain untouched at least until next month. Prior to that stupid greenhorn come and push over some walls, I like to see it with the eyes of my face before it's to late and I could see only it with the eyes of my mind. I smell and press my face against the battered, splintered wooden floor and I feel the urge of kissing the tiles of the kitchen's wall. And I gaze fot the last time out of the old-fashioned iron balcony to the charming stone monastery and the massive, lace-like cathedral.
Good night, hope to see you soon. I'm leavng for a party with a German blondin.
miércoles, octubre 13, 2004
La historia de mis amores. Capítulo I: Maria Pía, 1985
Mi historia de encuentros, o más bien de encontronazos, con las mujeres tiene sus antecedentes vivos y unidos a lo que después constituiría para mi una de mis mayores preocupaciones. Estos hechos han llegado a profetizar aquello en lo que mi relación con el ser femenino iba a convertirse mucho después.
Mi primera experiencia fue ya en la guardería. Dos o tres años tendría, justo cuando, según los psicólogos, se supone que los varones no tienen aún mucho interés por las hembras. Pero yo sería uno de esos extraños casos que llevaría a Freud a afeitarse la barba si se la hubiese apostado con Jung tomando pastelitos en un café vienés sólo existente en la psyche humana.
La guardería de Colloto… Fui tan feliz ahí que a partir del día en que dejé de ir todo el resto de mi vida fue considerado para mí como existencia post-colloto. Tan vivos son mis recuerdos de entonces que desde los cinco años he considerado que cualquier tiempo pasado fue mejor y he acabado haciendo de mi pensamiento una máquina del tiempo proustiana que realmente sólo reconoce como mi auténtica vida aquella que viví por esos años.Había en la guardería de Colloto – además de Toby, el perro medio ciego que un día mordió a un niño dicen pero que yo no me lo creo, una higuera, la casa de la bruja ¡huy, qué miedo! y una escalera con barandilla perfecta para bajar a lo Mary Poppins- una niña monísima y rubísima que tenía el beatísimo nombre de María Pía. Este pequeño angelito siempre participaba en un inocente juego infantil - que de infantil e inocente no tenía ni el nombre, pues daría mucho juego a adolescentes nada inocentes, pero ciertamente algo infantiles- que tenía el nombre de Juego del conejo. “El conejo no está aquí/ se ha marchado esta mañana por las calles de Madrid/ ¡Ay!, aquí está, haciendo reverencias/ Tú besarás a quien te guste más”. Entonces en mi cabeza sólo aparecían dos cosas: un helado llamado Mikonejo que sabía a lima-limón pero que yo no solía tomar a pesar de mi desmedida afición a los helados porque en casa no veían con buenos ojos la ingesta de polos existiendo nutritivos helados de crema… y María Pía. Y con la cabeza en mis dos pasiones, iba y besaba siempre a aquella niña tan angelicalísima, rubísima, palidísima y monísima, con un nombre tan beatísimo y tan repipi que a mi no me traía imágenes de santidad, sino de pajaritos y pollitos rubísimos y monísimos como ella. No recuerdo si ella me besaba. Es probable que no lo hiciese. Es probable que, en cambio se aprovechase de mí para que le dejase el siempre apreciado y socorrido color carne de mi caja Plastidecor 24, altamente cotizado junto al dorado y al fucsia. Imagino que se lo daba con la esperanza de que cuando el conejo no estuviese por ahí, que se hubiera marchado por las calles de Madrid y, ¡ay!, que volviese haciendo reverencias, ella me besase porque le gustase más. Al menos el juego servía para enterarse de los cotilleos cuando la máxima noticia no era el jersey musical de Manuel Arnott. No creo que nuestra relación fuese tan mal –ella venía a mis cumpleaños. Mas el tiempo cambió las cosas. El 75% de mis compañeros de guardería fue luego conmigo al colegio. Si Maria Pía no hubiese estado en el 25% restante ahora no estaría escribiendo esto. Nos veíamos al año siguiente de dejar la guardería, pero la distancia va hiriendo las relaciones. La vida es así. Tal vez no sea tan malo. Quién sabe si al llegar a la EGB no me habría dejado por el capitán del equipo de fútbol o por el mejor jugador de chapas. O en EGB II por el chico más parecido a Luke Perry o el más gamberro. O en BUP por el más parecido a Brad Pitt o el que mejor bailaba en la discoteca. En COU intenté buscarla de nuevo sin éxito. Ahora me pregunto qué será de ella. En fin, la vida tiene senderos desconocidos. Estoy seguro de que un día volveré a encontrarla.
Bueno, seguro que ella me amaba. Al menos yo la amé. La prueba de ello es que en mi escala de valores estaba por encima de mi tarro de chupetes, que aún conservo. Ayer lo volví a sacar del armario donde estaba metido. Le pegué una buena mordida a mi chupete preferido. Llevaba muchos años sin hacerlo. Está bien, calma la ansiedad, es mejor que un chicle. Pero, ¡ay! , más dulces serían los labios de Maria Pía
martes, octubre 12, 2004
Cambios- I
Canciones de una vida vol.I
lunes, octubre 11, 2004
Milaneando
Cuadernos de viaje de Alemania
miércoles, octubre 06, 2004
Inauguración del blog
Alfredo Bryce Echenique, La vida exagerada de Martín Romaña."Esta es la historia de mi crisis positiva. Y es la historia de mi cuaderno azul. Y la historia también de cómo un día necesité de un cuaderno rojo para continuar la historia del cuaderno azul. Todo, en un sillón Voltaire"
"Don't ever tell anybody anything. If you do, you start missing everybody"
[No cuentes nunca nada a nadie. Si lo haces, comienzas a echar de menos a todos]
J.D. Salinger, The Catcher in the Rye