lunes, noviembre 22, 2004
Una recomendación para todos
Si eres una chica a la que le gusta llevar cosas bonitas o si tienes alguna hermana, prima, amiga, amiguita, amiga especial, novia, compañera, etc. y quieres regalarle algo; me gustaría recomendarte el siguiente sitio:
http://www.geocities.com/epebal
Encontrarás una colección de bisutería muy original, artesana y a buen precio. La mayoría de las piezas son pendientes y pulseras hechas bien con abalorios de cristal, figuritas de fimo (entre la arcilla y la plastilina), enganches de plata (también hay versión hipoalergénica).
Espero que os guste la recomendación. ¡¡Y por favor, visitadla!!
sábado, noviembre 13, 2004
"Te paso el tic, te paso el tac", resúmen de una semana fantástica en Santander o "Retorno al Alfil"
ESTO LO ESCRIBÍ HACE UNOS MESES, ESTE VERANO. CUANDO ESTABA EN SANTANDER. ES UNA ESPECIE DE FLASHBACK QUE HAGO. ESPERO QUE SEA BIEN INTEGRADO.
Palacio de La Magdalena (Antigua residencia de SM. el Rey Alfonso XIII que Dios lo tenga en su gloria, para más señas), viernes 16 de julio de 2004:Como siempre. los cálculos me salen mal.
Al principio no quería ir y en un ramalazo de último momento, dos horas antes de coger el ALSA, decidí súbitamente que quería ir. Iba con la idea de quedarme un par de días sólo, creyendo que quizás lo más tarde que iba a volver sería el miércoles. Me equivoqué de nuevo. El catarrazo que me partió la semana por la mitad me quitó las ganas de ir a coger los billetes y, ya que estoy aquí y me lo estoy pasando también, ¿por qué no me quedo un par de días más y así me dan el diploma? Escribo el viernes y acabo de volver de la estación. He cambiado los billetes para quedarme hasta el sábado. Dios, me libre de todo lo que tendré que hacer a la vuelta en Oviedo.
Los que conozcáis Santander tendréis en la cabeza la imagen de La Magdalena sabéis lo bonito que es esto.El cursillo es algo diferente de lo que nunca había estado antes. En nuestra universidad de Oviedo, los cursillos de verano suelen ser tres o cuatro amiguetes que se trae el profesor de turno que pretende hacerse un talonario de noches de hotel a costa de tu presupuesto vacacional. Te ocupan todo el día y en definitiva no hay mucho más de lo que puedas encontrar en un libro -aunque también he visto algunas aportaciones inéditas con cierto interés-. Y luego el trabajo. En fin, una prolongación de las clases en la que sólo el cincuenta por ciento de los temas logra evitar los desmayos sobre la mesa. Gracias que dan créditos.
Bien, de nuevo me he pasado con mis declaraciones. Nuestro curso era, en sí, distinto a otros. Para empezar, no teníamos clase por la tarde. Excepto un día. Pero ahí no acababa todo. Nos sentábamos a cenar y empezábamos a conversar:-¿Tú estás también en el de física cuántica? - No, yo estoy en el de cáncer. -Ese esta bien, porque el de las ecuaciones diferenciales... ¡Qué frikis los matemáticos! - Bueno, no se si es peor eso o las enfermedades inflamatorias que hemos estudiado... - ¿Y tú? ¿Qué has hecho hoy? - Eh... hoy estuvimos viendo el saque de McEnroe... Si, ese "TÚ" soy "YO". Si, ese McEnroe es el tenista. Alessandro Baricco es el segundo escritor vivo más leído y conocido hoy en día en Italia. Digo el segundo porque estoy seguro de que el primero es Umberto Eco. Llegaba todas las mañana en playeros y chándal y nos contaba su excursión a Santillana, nos preguntaba dónde habíamos comido, intentaba saber si habíamos visto algo curioso, memorizaba poemas de los poetas locales y nos los reproducía o discutía con nosotros sobre las sardinas. Pero explicaba literatura como nadie. Nos explicaba la relación entre innovación y éxito poniendo música de Beethoven , comparándolo con Tarantino y haciendo un extraño baile con las manos ("Nieeeeeebla... Sáaaaaanchez" repetía en un incomprensible tantra mientras nos miraba con ironía), nos explicaba a Flaubert poniéndonos finales de Wimblendon ("Björk, diestro, sueco, carente de sistema nervioso") y declarando la genialidad de los zurdos. Enfrentaba a Celine (no, Dione, no, es un escritor francés) con Salinger, su ídolo y mi ídolo. Y nos hacía divertida la crítica literaria analizando las obras desde el punto de vista del que escribe. A mi me llamaba "joven Holden". Es un orgullo, pues es su personaje favorito de su libro favorito. Al pez gordo que nos vino a dar los diplomas lo llamaba "Mr. Bean". Y a la cara. Y el hombre hablaba en italiano. Ni una palabra de español. Había traducción simultánea aunque yo me negué a usarla para así practicar un poco mi italiano. Todo el mundo en el Palacio andaba emocionado al verlo. Reconozco con cierta vergüenza que no sabía nada de él antes de ir. Miento. Conocía "Novecento: el pianista en el océano", pero no la había leído, sobre todo porque no sabía que era de él. Ahí todo el mundo presumía de conocer sus obras. Pelotilleros. También conocía la escuela Holden. Una "ragazzina" de Turín que conocí este otoño me había hablado de ella y yo había visitado su página web un par de veces. Es una gran escuela dedicada a la técnica de la escritura que está en Turín. Me enteré de que Baricco era su director y fundador hace unas cuantas semanas. Le di a conocer mi interés por acudir a su escuela. No se dio por aludido; no soltó ninguna beca.
Lo demás... de todo. He pasado media semana entre la fiebre, el delirio y la congestión nasal. Catarro. Casi gripe. Aun ando un poco fatigado todavía y, como siempre en estos casos, taquicárdico. Fue por una buena causa a pesar de todo. El primer día se nos ocurrió la travesura de pasar media noche en la terraza, escondiéndonos de la terrible vigilante nocturna que nos intentaba mandar a la cama. Hacía tiempo que no veía las estrellas. Se no0ta fácilmente que Santander no tiene farolas de cinco brazos como Oviedo. Si no queréis tener gripe no estéis en pijama sobre una terraza. También secaos inmediatamente si salís del agua, sobre todo si son más de las 7 y media de la tarde.A pesar de tener que guardar cama durante un día me ha dado tiempo a hacer un montón de cosas. He ido dos días a la playa (y me bañe, tomé el sol, he nadado -ahora nado como un campeón-, enterré a un compañero hasta la barbilla y l solté una jauría de niños salvajes que le llenó la boca de arena) Fui a cenar por ahí dos días, salí de marcha, fui a la fiesta de las caballerizas, fui al teatro me dormí y salí en el descanso... No he parado. De hecho mi habitación es un desastre. No os permito decir ahora "Es que Dani es un desastre". No soy un desastre si tengo tiempo para ordenar (¿verdad Arseniul?) pero sí si no tengo tiempo. Te levantas, marchas, llegas a la residencia con el tiempo justo para cambiarte y volver muy tarde. Y tu compañero está en la cama. Porque mi compañero de habitación siempre estaba en la cama. Estuve tentado a cambiarme:
-¿Es que te molesta tu compañero?-No, es que le molesto yo a él. Entras en la habitación. Izquierda: alumno del norte en curso de literatura. Caos y cama vacía. Derecha: doctorando en matemáticas especializado en ecuaciones diferenciales, del sur. Orden y durmiendo. El hombre se acostaba a las 11 todas las noches. Y no es que se levantase temprano. Yo me despertaba a las 7:35, me levantaba a las 7:50 y a las 8:30 estaba abajo cogiendo el autobús. Él se levantaba a las 8:20. Por eso no podía ponerme a ordenar todo cuando llegaba. Me tenía que cambiar a oscuras y no acertaba doblando la ropa. Escribo esto en pasado pero igual todavía está en la habitación. Cuando lo dejé estaba durmiendo. Bueno... yo me acosté ayer a las 6:35 y me desperté a las 7:35 para levantarme a las 7:45, etc... Y no tengo sueño. ¿Comida? Buffet frío. Muy frío. También hay menú. El desayuno muy rico. Todo en el Palacio, como señores. La gente muy bien. Son de toda España pero los andaluces abundan especialmente. Marcho ya, que llevo muchísimo tiempo escribiendo. Tengo que ir a la residencia y seguro que me están esperando. Tengo que descansar un poco, hacer las maletas, ir a la hípica (que pijiguay que soy) y tomarme una horchata. Un abrazo para vosotros. Besos para vosotras.
Dani
El año que tiene tres inviernos o El viaje a(u)stral


martes, noviembre 09, 2004
Una noche en la ópera
09 de noviembre de 2004
No es que me considere gafe pero siempre me sucede que estoy en
el lugar menos oportuno en el momento menos oportuno. El vestido empapado de
cerveza de la princesa Leticia es testigo de que la gente suele incurrir en
fallos catastróficos cuando cerca.
Aunque Arsenio me haya tachado de pijo y Adèle me haya llamado “pequeño burgués” (¿Qué insulto más apropiado para la revolucionaria Francia? Aux armes!), en realidad me considero marxista y estoy orgulloso de proclamarlo: como los hermanos Marx, tras un día en las carreras he pasado una noche en la Ópera. Ayer fui a ver Jesucristo Superstar (Impresionante!!!!), hoy opt5é por algo más clásico, Las Bodas de Fígaro, de Wolfgang Amadeus Mozart. La primera ópera a la que iba en mi vida. Cómo odiaba Salieri a Mozart. Qué buenos están los bombones de Mozart.
Algunas veces pienso que debo de haber nacido con un siglo de atraso aunque en realidad sea prematuro pero me parece que me gustaría vivir en tiempos del modernismo y lucir mi chaqueta a los estrenos de las óperas. Como hago hoy.
En la puerta trasera del Teatro Campoamor me esperaba Jaime, médico, amigo y superior de mi padre y padre a su vez de las impronunciables hermanas Schmikrath. Además, es Presidente de la Asociación de Ópera. Magro, de ojos abultados, cara seca, estirada y calavérica, con cicatrices aún en el cuello de una operación de garganta, elegante, sobrio y caballero. Desde aquel momento me convertí en Elhijo Deldoctor Ramos, aunque la mitad de la gente opinaba que me parecía a mi madre. Además de un nuevo nombre, me dieron una tarjetita de “visitante” al tiempo que Jaime me apartaba la mano con la que yo sujetaba mi entrada:-¡Esto no te vale! ¡Ahora vienes conmigo! Fenomenal. ¿Para eso había dado yo la vuelta a mitad de camino al darme cuenta de que me había dejado la entrada sobre el mármol de la cocina? Intenté ser amable y adulto. Aunque sentía cierto pudor, Jaime me llevó a ver los camerinos después de enseñarme la nueva sala de ensayos construida debajo de mi querido Carbayón. Desde que la construyeron el Carbayón no ha crecido, tiene sierre aspecto de enfermo y no se le caen las hojas en invierno. Nunca había estado en unos camerinos. Y tampoco había visto de cerca los exuberantes escotes del siglo XVIII. Varios figurantes vestidos de época pasaban entre la sastrería y el maquillador. Me interné con Jaime en el Pasillo de las Estrellas. Un Obélix barbudo y bonachón con cara de hacer de criado nos saludó efusivamente, un figurín de primera fila nos invitó a unos Mon Cheris -hechos para las visitas inesperadas como esta- No me gustas pero cogí uno igual. No recibo todos los días bombones de manos de alguien con casaca y peluca. Entramos también en las intimidades de la actriz principal, que nos pidió su juicio. “Hermosa” contesto Jaime y yo me ruboricé-e un poco. Me dio por pensar también, como me pasa muy a menudo, que con veintidós años ya soy muy viejo. La siguiente parada fue el foso de la orquesto. Sorprendente. Después nos metimos entre las tramoyas: -Esto es lo más delicado, cuesta semanas prepararlo –me advirtió Jaime- ¡Cinco pisos! ¡Si falla algo de aquí se estropea toda la instalación! ¡Que emoción! Quizás esta iba a ser la última vez que podía ver eso. Pero mientras miraba hacia arriba pisé un cable. Un poco asustado por la gravedad de las observaciones de Jaime, sentí que todo el montaje se iba a venir a bajo tarde o temprano a causa de ese pisotón no intencionado. Me tranquilicé pensando que algo tan minúsculo no podía hacer nada. Me llevó a un palco, justo el que queda enfrente del escenario, menuda suerte. Aunque los primeros veinte minutos de la obra no paré de estornudar por culpa del terciopelo que bordea el palco. Me presentó a un médico amigo de mi padre y a su mujer, que me volvieron a sacar parecidos y yo salí a por agua. Cuando volví, lo que yo suponía un médico más estaba en medio de todo y yo no sabía bien en que silla sentarme porque parecía e4sar ocupando las dos. Al final se sentó pero fue para soltar un par de comentarios pedantes: -Sí, es una obrilla de Mozart, ya sabes… Mozart no era nada para la ópera… además los intérpretes son españoles… “¡Qué persona más estúpida!”, pensé yo. Entonces levanté la cabeza y le vi la cara. Entonces el bajo la cabeza y me vio la cara a mí. Nos quedamos mirándonos un rato. Me llevó unos segundos identificarlo… ¡era el padre de los gemelos! Me presenté, el me reconoció como “el que vive enfrente, en Jovellanos”. Encima de la panadería”, concretó su mujer. Sentí muchísima lástima; hace un mes que no vivo ahí. Aunque apenas me reconocía, ellos también me sacaron parecidos con mis padres. Mientras se subía el telón y las luces se apagaban estuvo quejándose del poco apego que sentían sus artísticos hijos hacia la ópera y la obra empezó. No estuvo mal. Bueno, las comedias de enredo no me gustan demasiado y la mayoría de los personajes eran unos caraduras inmorales pero me cayó bien el personaje de Cherubino. Conseguí entender bastante italiano y reconocer varias piezas de música. Llegó el descanso. Esperado porque tenía bastante hambre pero no tan ansiado como otras veces porque había conseguido meter clandestinamente un botellín de agua. Comí un pincho, coca-cola y chocolate. Vi a mucha gente conocida, como por ejemplo a Gonzalo, mi profesor de lengua del colegio. Pero la mayor alegr4ía y también una gran sorpresa fue encontrarme con mi tía Berta. Al toque del timbre volvimos al patio. Nos quedaban dos actos más (de 8 a 11:30) Algo extraño presentía. Había visto en el descanso a Jaime pasar corriendo con cara de preocupación y corría por el teatro el rumor de algún problema con el escenario. Finalmente un disco blanco como una oblea se iluminó sobre el telón y salió Jaime agarrado a un micrófono, solitario, flemático y tambaleante como Sinatra, iluminado y brillante como para recoger un oscar. Hizo el anuncio Recordé el cable que había pisado Debido a un grave incidente con la escenografía, nos informaba, se habían visto obligados a suspender la función. No podía ser yo, el primer acto transcurrió bien Pero quedaban más escenarios que no habían sido usados en el primer acto Recordé el cable de nuevo En fin, se acabó mi primera función de ópera. Recogí a mi tía Berta y nos fuimos caminando juntos bajo la lluvia mientras me decía: -¡En todos los años que llevo viniendo a la ópera nunca había ocurrido esto! Yo no fui pasajero en el Titanic
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