jueves, julio 07, 2005

El graduado

And here's to you Mrs. Robinson Jesus loves you more than you would know Oh, oh, oh!
Estoy ya cercano a graduarme y no puedo dejar de sentirme como el pobrecito Dustin Hoffman en "El graduado". En esta película clásica, el recién licenciado Dustin Hoffmann vivía un affaire con Mrs. Robinson, una mujer mayor que él. Aunque yo no tengo, como él, a un pesado al lado que me diga que invierta en plásticos y tampoco lo querría, pues pronuncio poliuterano (¡el poliuterano ya está aqui!) y me atraganto en la primera u. Es una película bonita, con Simon & Garfunkel cantando como los eternos universitarios que pare´cian en las portasdas de los discos. Más externso universitarios aún que Bok, el muñequito extraterrestre que aparece en la Gaceta Universitaria. Curioso que con esa pinta de no licenciarse nunca, hagan la banda sonora del graduado. Pero vayamonos al centro democrático y social de la cuestión. El tema, esta vez y como siempre, son las mujeres. No las niñas, chicas, muchachitas, que son las que me gustan (Niñas en el sentido del sur, no creais que escondo posters de Maria Isabel en la carpeta) , sino mujeres hechas y derechas (como el PP). Mujeres de verdad. Decía, entonces, que no podía dejar de sentirme como un Dustin Hoffman sin piscina y sin coche. ¿Por qué? He aquí la historia...
En el colegio, mientras que otros se desvivían por las chicas mayores, a mi nunca me llamaron excesivamente la atención. En mi propia irrealidad era bastante realista y sabía que una chica mayor solía ser siempre una apuesta perdida. Una chica de mi edad también, pero al menos el salto generacional no era tan violento. Entre todas las chicas mayores de mi colegio, la estrella y, con mérito, era María B. Rubia, guapa, ¡qué voy a contar! Yo, a pesar de esto, no hacía como mis compañeros y mostraba más sangre fría. En el fondo había algo de esa chica que no me gustaba, al tiempo que por entonces yo tenía puesta toda mi cabeza en otra chica, más de mi edad. Sin embargo, una noche, gracias a esa chica, logré un breve momento de gloria. Aún recuerdo lo boquiabiertos que se quedaron los demás cuando se me acerco ella en la discoteca. Yo nunca había curzado una palabra con ella y podría asegurar que todos aquellos que la idolatraban tampoco. Venía con una gran sonrisa y me miraba a los ojos. Estuvimos hablando un buen rato, y cuando me vi la vuelta me sentí brillando un escalón por encima de esos pobres que pregonaban que habían cruzado una vez la mirada con ella o incluso, sin hacerlo, cómo había pasdo al lado de ella el otro día. Ella había venido a mi para decirme, con gran emoción, lo mucho que le había gustado un largo poema que había escrito para la revista del colegio. Me decía, y en efecto tenía razón, que era un poema diferente. Que no era como los otros, que coincidía con lo que para ella era la poesía... y que había conectado con sus sentimientos. Se declaraba, en fin, mi fan.
Esta conversación no sólo me dio un momento de orgullo y generó un poco de envidia y mucha perplejidad. También comenzó aquel día un don o quizás maldición o simplemente destino, que haría de mi mucho alguien escasamente apreciable para las chicas de mi edad, pero infinitamente interesante para las que tuviesen al menos un año más que yo.
Y de ahí, pasamos al presente. Sin cometer abusos como el de un conocido mío que tiene una novia/amante/loquesea unos doce años mayor que él (también había una vez una chica que tenía un novio doce años mayor que ella y que llegó a desarrollar una especie de obsesión por las figuras de autoridad), algo hace que las chicas mayores que yo suelen cogerme más cariño que las demás. Si me paro a contar, tengo bastantes amigas mayores que yo. Eso no quiere decir que las tenga de mi edad, e incluso menores que yo. Menores... no creo que más de tres. De igual edad, bastantes. Mayores... más de lo que yo en un principio me podría imaginar. Me refiero a chicas que no necesariamente me tienen que sacar muchos años - en algunos casos no es más que uno o dos- pero su número es suficientemente significativo como para llegar a pensar que algo no funciona como debería hacerlo.
SObre todo si a uno lo desarman con cosas como: "Si tuvieses treinta años me casaría contigo" "Si te cogiese con unos años más".... No son todos los casos pero sí más de uno.
Con esto, uno llega a varias conclusiones:
Grupo I de conclusiones:
  1. Soy un inmaduro
  2. Soy demasiado maduro
  3. No quiero crecer
  4. Me merece la pena crecer
  5. Nací con dos meses de antelación y ni siquiera eso les basta. ¿Tendría futuro como embrión en esta vida?
Grupo II de conclusiones
  1. Si hasta ahora no me habían idolatrado de esta forma es que todavía no estaba preparado.
  2. Si quieren que me case con ellas cuando yo tenga treinta años, cuando siente la cabeza dfinitivamente, ellas ya tendrán la menopausia. Iré pensando en la adopción.
  3. Me siento como un bebé, al que todo el mundo dice "Qué mono es"
  4. Lo cierto es que también le gusto mucho a las niñas pequeñas (luego cuando crecen aprenden) Lo cual me da una sensación de desplazamiento generacional escalofriante.
  5. Lo peor de todo es que a m me gustan las que son más jóvenes que yo.
  6. Lo mejor es que me preveo en el futuro como un maduro seductor.
[Toma nota: Viuda millonaria]
Sin embargo, la realidad no se casa con el deseo. Tengo 23 y no 30 y estoy orgulloso de tener esta edad. Es más, me gustaría no pasar de esta edad. Esta circunstancia es lo que provoca situaciones poco naturales como la siguiente.
De pequeño me enseñaban con una canción que tenemos dos madres. En aquellos tiempos liberales nadie se lanzaba a las calles pidiendo un padre y una madre para cada niño, así que entonces teníamos un par cada uno. Una en el cielo y otra en la tierra, para precisar. Pues bien, yo tengo cuatro o cinco y a pesar de ser familia numerosa no me descuentan al pagar la matrícula. Esto puede acabar dando lugar a una situación estilo "Tres solteros y un biberón" pero puesta al día. Hasta que cumpla la edad suficiente, han decidido "adoptarme", creando un extraño vínculo edípico que no puede tener mucho de sano. Soy el niño, el nene, un cielo, un encanto, vamos. "Es que me siento como una mamá contigo" ¿Sí? ¡Mecachis, pues dame la paga!
"Tú serás nuestra madre" le dijo a Wendy Peter Pan. Y el chico que no quería crecer decía con estas palabras que en realidad amaba a Wendy.
Es un post de "Increibles Aventuras: Nunca cuentes nada a nadie, si lo haces empiezas a echar de menos a todo el mundo". El contenido puede reproducirse señalando la fuente.

Próximamente:

  • Días de vino y rosas
  • "Se Mahomete no va a la montagna, la montagna va a Mahomete"

1 comentario:

Fer dijo...

¡Genial, Dani! Sigue por esa senda blogera, parece que te hemos recuperado para la causa.
Y recuerda que yo también tengo tu edad, que yo tampoco sé si crecer y que, por otro lado, nunca he estado con chicas mayores que yo (aunque nunca les he sacado más de un año).
Nos seguiremos viendo por estos mundos.