Y se fue. Se fue Fer, el serón, el mapashito, Fernando, Pferd, er Nano. Y eso se merecía escribir algo en el blog. Fernando el extremeño, de una tierra poco conocida por aquí y que todavía tiene muchas sorpresas. Genéticamente tengo una cuarta parte de extremeño; espiritualmente, la mitad.
Se acaba la universidad. Una parte de mi vida se cierra y yo creía que me iba a patiren astillas dolorosas al despedirme de otras personas. Llevaba cinco años escogiendo palabras que pudiese más tarde regiswtrar en mi recurdo y últimas imágenes que nunca iba a olvidar. Tanto tiempo cultivando una angustia de despedida... y ahora no la siento. Nada. No hay nostalgia en la que recrearse ni echo de menos los recuerdos.
En cambio ya comienzo a echar de menos a una persona con la que no contaba. Nos conocimos en la más novelesca de las situaciones, como invitados a una recepción rea. Conozco a los príncipes y al segundo lo conozco a él. Yo había acudido con la que después se convertiría en nuestra Pequeclaudia y que entonces sólo era Claudia a secas porque todavía no nos habíamos constituido en alegre trinidad. En la coctelería del Reconquista, echados enlos sillones, persiguiendo a princesas y atletas, acabamos hablando de Extremadura como si los dos estuviésemos ahí y aún casi no sabía ni su nombre.
Al día siguiente descubrí, sin decir yo nada, que él también tenía fijación con traducir al español The Catcher in the Rye. Y a partir de ahí fue llegando todo los demás. El jamón, la nieve, el ¡hacho!, la sidra, lah bellotah, las partidas, el algún día, las leyendas de Salamanca, las visitas a Avilés, las comidas a las diez de la noche, los festivales del humor, los chocolates, el trío peligroso... Estos terribles Zipi y Zape.
Sobre todo, el recuerdo de un año más divertido en el que no eché de menos el frustrado Erasmus. Disculpenme esta melancolía.
Y me ha quedado una razón más para volver a Extremadura.
1 comentario:
Pòh é asina, tuve que dilme pero gorveré. Lo prometío é deuda, que se ice...
La verdá é que ha sí'un año mu aparente, èhtraño pero aparente, de lòh que noa si puén orvidá. Y'é que'l Sú exìhte, sía, pero tamién el Norte jace lo suyo.
Lòh Premiòh Príncipe, el Jolden, el Mapashito, lòh Zip'y Zape, lòh busèh p'Avilé, làh tardìh y nochìh con Clau y Danié, tòh lòh mumentòh se quearán guardaòh'n la memoria d'èhte serón. Que p'argo tié la molla...
Tá claro, pa terminá: si èhcribo'n càhtúo é por sé'l mejó homenaje pa un mangurrino perdío'n làh Àhturiàh.
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